Entre la delicadeza de las flores y las notas frutales.
Esta versátil y deliciosa variedad de vino ha ganado popularidad en los últimos años, conquistando paladares en todo el mundo con su frescura y elegancia.
Un poco de su historia.
Aunque se le suele asociar con las soleadas regiones de Francia, el vino rosé tiene un origen que se remonta a la antigüedad donde el rosado europeo era un vino seco bastante delicado. Se dice que los griegos y los romanos producían vinos rosados al dejar que las pieles de las uvas tintas estuvieran en contacto con el mosto durante un breve período de tiempo, antes de la fermentación. Después de la Segunda Guerra Mundial se pusieron de moda los rosados más dulces, para generar un consumo masivo, a pesar de esto en la actualidad, la producción de estos vinos se está inclinando más a sus inicios en la antigüedad, con un tono más seco que el que veníamos probando en la modernidad después de la segunda guerra.
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De la piel de la uva al vino rosado.
El vino rosé se elabora principalmente a partir de uvas tintas, pero lo que lo diferencia de los vinos tintos es el tiempo que las pieles de las uvas pasan en contacto con el mosto durante la fermentación. Este característico rasgo lo convierte en un punto medio entre el vino tinto y el vino blanco. El proceso comienza con la cuidadosa selección de uvas específicas destinadas a la producción de vino rosé y la danza entre el tiempo de maceración, el prensado y la fermentación, es ideado para capturar la frescura y la elegancia de esta variedad de vino. La precisión en cada paso del proceso garantiza que cada copa de vino rosé sea una experiencia placentera y equilibrada también en sus acompañamientos.
Escala de tonos de un Rosé.
El vino rosé no es un vino único, sino que abarca una amplia variedad de estilos y perfiles de sabor. Desde los rosados pálidos y secos de Provenza hasta los rosados más oscuros y afrutados de California. En Vinzeta puedes comparar sus tonalidades yendo de un vino rosa más intenso, como Clos Montblanc Castell Rosat 750, pasando por un Olaria Rose 750 y finalizando con uno más claro como Mioranza burbujeante rose 750.
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La mejor compañía para tus platos.
Una de las razones de la creciente popularidad del vino rosé es su increíble versatilidad gastronómica. Su frescura y acidez lo convierten en el compañero perfecto para una amplia gama de platos, desde ensaladas frescas hasta mariscos, carnes blancas e incluso platos picantes. En el pescado, opuesto a lo que se suele creer, puede ofrecer un excelente maridaje en acompañamiento de un sushi y salmón grillado. También en preparaciones con cerdo, pastas, carnes maduradas o quesos como la mozzarella, armonizado con orégano y aceite de oliva.
La creciente popularidad del Rosé.
En los últimos años, el consumo de vino rosé ha experimentado un notable aumento en todo el mundo. Su asociación con el estilo de vida mediterráneo, su atractivo estético y su perfil de sabor refrescante lo han convertido en la bebida preferida de muchos consumidores. Actualmente en la ciudad de Bogotá/Colombia, está en crecimiento la cultura vinícola, a través de las catas de vino, lo cual permite abrir espacios dedicados a su apreciación en diferentes contextos y platos, dando paso a una apropiación en la vida cotidiana de los colombianos.
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En conclusión:
El vino rosé es mucho más que una tendencia variable a lo largo del tiempo es una bebida versátil y deliciosa con una rica historia y un emocionante futuro por delante. Ya sea que prefieras un rosado pálido y seco o un rosé más intenso y afrutado, hay un mundo de sabores por descubrir en esta encantadora variedad de vino.
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